domingo, 26 de octubre de 2014

En la orilla

Desde la propia debilidad en la que parto, en la que el razonamiento queda prácticamente aplastado ante la fuerza, ya sea la dada por el sistema de los cuatro años, lo sensato es no enfrentarse  a ella, debiendo optar por la persuasión, aun sabiendo que puede resultar estéril el esfuerzo, y  cuando menos, antes de la previsible derrota, encontrar una salida airosa.
Se veía venir que, al contrario de aquello del grano a grano se llena un saco, si solo se juntaban debilidades nunca llegaría a conseguirse la fuerza necesaria para contrarrestar ningún potencial, y ocurrió lo previsto. Aquello, a pesar del entusiasmo inicial, no pasó nunca de ser una gran debilidad. Tú no te señales.
Entre deserciones y abandonos de la frágil formación, supuestamente luchadora, en principio   voluntariosa hasta que el hastío acabó acomodándose en la dilación que aquello estaba tomando, y toda la fuerza de la razón quedó diluida, frente a un poder cada vez mas afianzado, en sus razones irrazonables. Lo que se dice un capricho.
El tiempo haciendo estragos también debilita en esta contienda desigual,  y con solo el armamento de algodón de la palabra no hay ídolo, por muy pies de barro que tenga, que pueda abatirse, ni por muy falso que sea, mientras tenga adoradores que le sustenten. Setas is setas
No son de barro precisamente los de este decápodo de siete cabezas, como hidra, ante el que no tengo intención de postrarme como un converso, para adorarle, después de todo lo pasado, y que, fortalecido en la soledad de la orilla, las convicciones del mismo ideal las hacen ser ahora mucho más firmes que sus zapatas.

Sevilla a 10 de Octubre de 2005
Francisco Rodríguez Estévez


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