En la orilla
Desde la propia debilidad en la que parto, en la que el
razonamiento queda prácticamente aplastado ante la fuerza, ya sea la dada por el sistema de los cuatro
años, lo sensato es no enfrentarse a
ella, debiendo optar por la persuasión, aun sabiendo que puede resultar estéril
el esfuerzo, y cuando menos, antes de la
previsible derrota, encontrar una salida airosa.
Se veía venir que, al contrario de aquello del grano a grano
se llena un saco, si solo se juntaban debilidades nunca llegaría a conseguirse
la fuerza necesaria para contrarrestar ningún potencial, y ocurrió lo previsto.
Aquello, a pesar del entusiasmo inicial, no pasó nunca de ser una gran
debilidad. Tú no te señales.
Entre deserciones y abandonos de la frágil formación,
supuestamente luchadora, en principio voluntariosa hasta que el hastío acabó
acomodándose en la dilación que aquello estaba tomando, y toda la fuerza de la razón
quedó diluida, frente a un poder cada vez mas afianzado, en sus razones
irrazonables. Lo que se dice un capricho.
El tiempo haciendo estragos también debilita en esta
contienda desigual, y con solo el
armamento de algodón de la palabra no hay ídolo, por muy pies de barro que
tenga, que pueda abatirse, ni por muy falso que sea, mientras tenga adoradores
que le sustenten. Setas is setas
No son de barro precisamente los de este decápodo de siete
cabezas, como hidra, ante el que no tengo intención de postrarme como un
converso, para adorarle, después de todo lo pasado, y que, fortalecido en la
soledad de la orilla, las convicciones del mismo ideal las hacen ser ahora mucho
más firmes que sus zapatas.
Sevilla a 10 de Octubre de 2005
Francisco Rodríguez Estévez
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