domingo, 12 de octubre de 2014


El sábado

Pocos alcanzaran a recordar, cosa que por mi edad logro, cuando la plaza de abastos de la Encarnación abría todos los domingos y fiestas de guardar, pues solo cerraba las cancelas de las cinco puertas que aun le quedaban en la mañana del Viernes Santo, que abria a cuantos integrantes de la cofradía macarena, ya que tenían este punto de referencia para reponer fuerzas.
Con seguridad tuvo que ser la lucha sindical, o la disposición eclesiástica, la que determinó el cierre de los domingos, junto a los festivos, para el descanso. Años más tardes se conseguirían las vacaciones, con la llegada del seiscientos.
Sorprende pues, ver estos sábados estivales como vienen trabajando afanosamente en un inútil puente intersetas, los obreros de la siderometalúrgica, sindicalistas del metal tan castigados en el verticalismo en la plaza de San Pedro, antes que sus ficus inspirara nada, por su concienzuda lucha de horarios europeos. Allí están en esa Encarnación hostil, pero bien pagada, como para echar por tierra lo que tanto esfuerzo, persecuciones y castigos, costó ese logro para los trabajadores. Está visto que el dinero hace cambiar de ideas. Abrir los grandes comercios no llevara al pasado. Tiempo de chinos.
Con la Encarnación, incluida su plaza de abastos, mas perdida que el mural cerámico de Roberto Matta, la lucha idealista me hace desistir y conformarme con esas plataformas siderales de las que no me caben dudas algún día engullirán aquella plaza de abastos que acogía, aun cerrada, a penitentes de luz, de cruz, y de plumas, costaleros y dalmaticas, incensarios y doradas varas, con unos reparadores momentos.
Ahora centro mi atención en la Trinidad, misterio y esperanza, como la Encarnación, por conservar en la utilidad de otros usos esa fábrica de vidrios centenaria, donde el aire de los pulmones de los obreros y el calor de los hornos de fundición, aun apagados, están reclamando una memoria que de desaparecer, como la Encarnación, caerá como esta en el olvido del tiempo. La plataforma sideral de la Encarnación será el recuerdo permanente de una pasiva actitud de la mayor indignacion.
 En la Trinidad la plataforma será para salvarla, no ya de la pasividad, ni de las actitudes, si no de la piqueta capaz de cambiar ideologías, pero no a los idealistas soñadores, por más que digan que lo que se construyen son sueños, si a la chimenea la rodean con pisos, como Cruz del campo,  humillante humilladero, y no precisamente sociales.
Francisco Rodríguez Estévez

Sevilla a 25 de Julio de 2007 

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