jueves, 9 de octubre de 2014

El lento

La petición debió de caer en manos del mago de las perlas, si no, no se explica. No ha sido cuestión de suertes, eso pasa por no especificar bien al destinatario.
Hace ya tantos años que casi nadie recuerda lo que se escribió cuando lo de la Encarnación, pero en aquel momento debieron de avisarles con el método al uso, la epístola, al objeto de que se pudiera poner en marcha, a toda leche, con la logística necesaria para que la caravana pudiera llegar justo a tiempo, y encontrar en la vía láctea la estrella orientadora, estrella de la ilusión, para  poder entregar, nada mas llegar, los envíos preparados.
Los hechos nos dicen que el correcto proceder fue de precisión suiza, algo que no pudo llevar a cabo el de las perlas, con su exasperante lentitud, a poco pudo llegar cuando todo había acabado, por mor de una demora de contratiempos, una parsimoniosa burocracia y papeleo en su camino, que le retrasarían al punto de que por minutos se hubiera fastidiado todo el invento, por mas que estuviera escrito.
Ahora que las cartas han sido sustituidas por el correo electrónico, y todo debería ser más rápido, tiene el inconveniente de que el de las perlas, todavía en camino, no sabe de tecnología y trae sus pasos contados, por lo que llegará, Dios mediante, como siempre, para el tiempo previsto, justo a los doce mil ciento ocho días, de cuando le avisaron del invento de la encarnación.
Se dice, y así lo leí, que Artaban, el mago lento, llevaba perlas en las alforjas y que tardó treinta y tres años, tres meses, y tres días en encontrar al destinatario pero no las pudo entregar porque las fue regalando en su desorientado caminar y ni siquiera le quedaba una para utilizarla en sus benefactores propiedades, mágicas y medicinales, al objeto  de evitarle a su previsto dueño tan cruel fin, por más que estuviera escrito.
Pero todo esto no deja de ser un invento, un cuento. Así está narrada una historia que pudo cambiarlo todo, de no haber sido por aquel mago que además de haber dilapidado el tiempo, al elegir la más larga de las rutas posibles, decidió apurar una bolsa, a la que alegremente le dio un destino distinto al programado de salida, aunque fuera en causas justas, durante la bamboleante cabalgadura en la joroba su camello. Pero esta sinopsis no deja de ser  un invento, un cuento, pero con posibilidades.
La Encarnación aun espera la llegada del arsácida de las perlas, aunque para perlas, como para hacerle un collar a una jirafa sean las declaraciones realizadas al respecto por la clase política y ad lateres, y que guardo como joyas.
Sevilla a 9 de Enero de 2006

Francisco Rodríguez Estévez

No hay comentarios: