domingo, 12 de octubre de 2014

El algodón

Si no fuera porque el algodón no engaña, pensaría que en el solar de lo que fue la plaza de abastos de la Encarnación, otra vez están haciendo pruebas. Otras pruebas, dos maquinarias perforan de nuevo la agujereada superficie, tratando de hallar algo en su interior que no se encontrara con anterioridad,  para realizar nuevos análisis de un subsuelo que poco o nada puede haber cambiado desde que le realizaron el último, puesto que, salvo los de glucosa  en sangre y los de colesterol malo, están todos más que efectuados.
Nadie acierta qué es lo que pudo faltar en todos los anteriores para que este que se está llevando a cabo tenga el fundamento más allá de que se vean la maquinarias pulular por el abandonado solar, después de tanto tiempo, que van para once meses que se  finalizó el anclaje de las pantallas.
Con el cambio de propuesta, metro por tranvía, tiene ahora poco sentido la estación de aquel que tanto estudio ha llavado, si no estaba prevista su estación en la (mala) idea premiada, pues el metro-centro se  nos ha vuelto un deseo al que llamaremos de momento tranvía, naturalmente si es llega, ya que difícilmente se podría utilizar la no proyectada estación  subterránea Metropol, en lo de la Encarnación.
Confiemos en que si alguna vez es subsanado lo de la parada del tranvía en la Encarnación, esta no sea impedimento para que el servicio público de transporte siga prestando sus servicios, y que se encuentre la rectificación en la (mala) idea premiada para que la lleven a cabo,  que junto con la altura de la cubierta, que debe de ser reducida considerablemente.
Con total seguridad, el parasol, en caso de que llegaran a realizarlo, por mas que han determinado como proyecto imposible, lo mismo no alcanzará la dimensión de seta gigante que sus creadores pensaron, con  lo cual tampoco el mirador panorámico por encima de éstas, tiene razón de ser una vez anuladas sus pretensiones de amplitud de miras.
La cripta arqueológica tiene todas las papeletas de quedar sellada bajo la plataforma, puesto que en la (mala) idea estaban previstos unos espacios libres desde los cuales la Híspalis sería visible, pero que con la falta de entendimiento en la crematística, lo más seguro es que quede al aguardo bajo candados mejores tiempos.
Lo de la azotea, sala de concierto la llaman, es terrible. La democratizada biplaza no escuchará más música que la que produzca el botellódromo, mingitorio, sexódromo, y sus suaves rampas y escalinatas, una dificultad añadida, en especial para llevar a cabo ese utópico municipio sin barreras arquitectónicas que desde el pacto se defiende, en este caso, infructuosamente. Hacia donde estará mirando la delegada.
Igual o peor es que no aparezca la utilización de la energía solar, tratándose de un edificio público, sujeto a normas en vigor que las hacen obligatorias. Si no fuera por lo del algodón, pensaría que me engañan.
Sevilla a 20 de Septiembre de 2004

Francisco Rodríguez Estévez

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