Apenas si quedan amas de casa que disponga de una cesta de
palma para realizar sus compras alimentarías. Fue junto a la lavadora y la
fregona, el carrito de la compra, un feliz invento que acabó con la utilidad de tan artesanal medio
para el transporte de las viandas, ya solo queda el nombre de cesta de la
compra para reflejar índices de precios, tal vez por que bolsa resulta
iscariótico, y carro un tanto bélico.
El caso es que la famosa cesta de la
compra siempre resulta más interesante, para las amas de casa, llenarlas en las
plazas de abastos de toda la vida, y aunque
es cosa mas que sabida, no viene mal que algo tan evidente, lo recuerden
los telediarios e incluso la famosa tía Pascualina, junto a los poemas del
poderoso vate” La rosa es rosa y el lirio azul”.
La plaza es de todos, el
megacentro de sus accionistas. Está visto que la modernidad consumista tiene un
precio, no en vano lucir el monovolumen, tomar el aperitivo y la merienda en el
self, picotear alguna cosilla, darse un capricho, canjear el cheque regalo,
coleccionar los puntos por compra y el bono descuento tiene como consecuencia
un enorme carro repleto de cosas para tener que, tras aguardar pacientemente la
cola para descifrar la valoración de sus
códigos de barras, llenar el amplio maletero, dejando la
secuela de un mayor agujero en el plástico bancario, cuyos estragos
hacen lo posible para que no se levante cabeza por lo que queda de mes.
Afortunadamente, una irracional
subida de los precios, ha hecho que los informativos regalen una publicidad
gratuita a favor de la plaza de abasto, recomendándola como la mejor opción
para la compra, con lo cual se abre la posibilidad de que algunos clientes
vuelvan a tener la oportunidad de disfrutar del bullicio amable al pasearla;
unos con añoranzas y otros descubriendo su magia.
No existen comparaciones
posibles con esta opción de compra. Mientras en otras se cogen los productos
por impulsos, normalmente desmedidos, en la plaza de toda la vida se compra lo
necesario. La rosa nunca será azul ni el lirio rosa, aunque el pez grande se
come al chico, no se debe de comprar una burra, aunque la vendan en cómodos
plazos, si no se dispone de pienso y
establo, dice el proverbio chino.
Francisco Rodríguez Estévez
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