¡Ay, dolor!
Eso que nos presentan, ¡ay horror!, desniveles, escalinatas
y pasarelas, dice que será la Guerra, la plaza de abastos que restituirá a
aquella que, con pico de plata el Alcalde de hace tres decenios destruyeran.
Eso que nos presentan
¡ay terror!, desnudo y duro espacio, para el
fácil graffiti, ideal para pintadas y protestas, predispuesto al vómitos,
y furtivas cagaleras, a meadas del efecto de las colas con ginebras. A eso, ¡qué
mejor! llamaron con acierto encierro de A con asas, antes de convertirle en
esta guasa, que parece charlotada, desechos de cerrados y de tienta. Esto que
nos presentan, ¡por favor!, jardines de macetones, colilleros sin sombras, ¡que
pavor!, no tienen en sus tiestos ni sistema de riego que verdeen sus hojas, ni paneles
que recoja esa energía que al Sol le sobra. Ni en ellos crecerá el porte
imposible que alcanzaron sus acacias centenarias arrancadas sin demora.
Esto que nos presentan, ¡qué calor!, piletas de aguas
estancadas, baño de la indigencia, ¡sin jabón!, tuvo en otro tiempo fuentes con
carpas doradas, antes que, seca y abandonada, los vándalos urbanos, esos que no
faltan, como afilada guillotina, el capitel
le arrancaran.
En perfecta hornacina que Helios remataba,¡ Sin pudor!
Pomona sus pechos nos mostraba, y en regazo de vértigo, curvas de Venus
idealizada, con sus brazos al vientre, los frutos de una cesta sujetaba.
Esto que ahora ves, ¡Vaya marrón! Si logras asomarte tras
las chapas, son ruinas de la Hispalis encontrada,¡ sin temor!, dijeron:
Primero:”-De eso nada”, y luego.- que serian respetadas.
Acaso mintieron
al hacer la afirmación. ¿Lo ignoraban? Que será peor, hablar sin saber, responder con la
callada, o hablar sin decir nada.
Esa cosa de granito soterrada ¡El corazón! Que dice que
quiere lo que tu quieres, y que dice cuanto ama, llegó a imprimir en su
programa, que el mercado, bloqueado su expediente por quien en la Delegación
manda,¡ Ya es valor!, decir que de la forma tradicional y no otra, recuperaba.
Esto ¡oh dolor! que
ahora ves, campo de desolación, fueron un día
parte de esta ciudad y de su historia. Acaso pretenden
¡Sin pudor! arrancarte la memoria, que olvides, sepultándolo
en granito, que entiendas el absurdo
aunque no quieras, que eso es lo que hay, y está sobre la mesa, y la
plaza de abastos, no hay manera de sacarla de debajo de la tierra.
Sin árboles que
sombreen, ni fuentes, que alegren las
depresiones impuestas, que triste será
ver tantas vacías escalas, desoladas escalinatas y absurdas escaleras, impropias de esta ciudad. ¡Si al menos fueran
cuestas!.
Sevilla a 2 de Noviembre de 2003
Francisco Rodríguez Estévez
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