domingo, 19 de octubre de 2014

¡Ay, dolor!

Eso que nos presentan, ¡ay horror!, desniveles, escalinatas y pasarelas, dice que será la Guerra, la plaza de abastos que restituirá a aquella que, con pico de plata el Alcalde de hace tres decenios destruyeran.
 Eso que nos presentan ¡ay terror!, desnudo y duro espacio, para el  fácil graffiti, ideal para pintadas y protestas, predispuesto al vómitos, y furtivas cagaleras, a meadas del efecto de las colas con ginebras. A eso, ¡qué mejor! llamaron con acierto encierro de A con asas, antes de convertirle en esta guasa, que parece charlotada, desechos de cerrados y de tienta. Esto que nos presentan, ¡por favor!, jardines de macetones, colilleros sin sombras, ¡que pavor!, no tienen en sus tiestos ni sistema de riego que verdeen sus hojas, ni paneles que recoja esa energía que al Sol le sobra. Ni en ellos crecerá el porte imposible que alcanzaron sus acacias centenarias arrancadas sin demora.
Esto que nos presentan, ¡qué calor!, piletas de aguas estancadas, baño de la indigencia, ¡sin jabón!, tuvo en otro tiempo fuentes con carpas doradas, antes que, seca y abandonada, los vándalos urbanos, esos que no faltan, como afilada guillotina, el capitel  le arrancaran.
En perfecta hornacina que Helios remataba,¡ Sin pudor! Pomona sus pechos nos mostraba, y en regazo de vértigo, curvas de Venus idealizada, con sus brazos al vientre, los frutos de una cesta sujetaba.
Esto que ahora ves, ¡Vaya marrón! Si logras asomarte tras las chapas, son ruinas de la Hispalis encontrada,¡ sin temor!, dijeron: Primero:”-De eso nada”, y luego.- que serian respetadas.
Acaso mintieron  al  hacer la  afirmación. ¿Lo ignoraban? Que será  peor, hablar sin saber, responder con la callada, o hablar sin decir nada.
Esa cosa de granito soterrada ¡El corazón! Que dice que quiere lo que tu quieres, y que dice cuanto ama, llegó a imprimir en su programa, que el mercado, bloqueado su expediente por quien en la Delegación manda,¡ Ya es valor!, decir que de la forma tradicional y no otra, recuperaba.
Ese que aguardan los placeros ¡por favor!, no digan que, eso, es lo que esperaban.
 Esto ¡oh dolor! que ahora ves, campo de desolación, fueron un día  parte de esta ciudad y de su historia. Acaso pretenden
¡Sin pudor! arrancarte la memoria, que olvides, sepultándolo en granito, que entiendas el absurdo  aunque no quieras, que eso es lo que hay, y está sobre la mesa, y la plaza de abastos, no hay manera de sacarla de debajo de la tierra.
 Sin árboles que sombreen, ni fuentes, que alegren  las depresiones impuestas, que  triste será ver tantas vacías escalas, desoladas escalinatas y absurdas escaleras,  impropias de esta ciudad. ¡Si al menos fueran cuestas!.  
Sevilla a 2 de Noviembre de 2003

Francisco Rodríguez Estévez

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