Basta asomarse al solar para creer que, en lo de la
Encarnación, se está “haciendo” algo, pero lamentablemente, son muchos los que
no saben el que. A pesar de todo, todavía hay quien cree que lo que está
aconteciendo en ese lugar, que hasta hace treinta y dos años ocupara el
desaparecido mercado de la Encarnación,( al que ya vamos quedando pocos para
recordarlo), son nada menos que las obras para construir uno nuevo.
La cosa es, que así se desprendía de las autorizadas
palabras cuando, con la autoridad de candidato,
en sus mejores deseos, le llamara de emblemático, tal como la anterior
responsabilidad lo hiciera con el calificativo de “de cine”. Pero, que distinta
es la realidad.
Ocurre que, el llamado emblemático, el “de cine”, el llamado a ser el mercado
central de la ciudad, ese que, al igual que el anterior fuera el referente
durante más de un siglo del desarrollo comercial, social, económico,
gastronomico, y cultural, por no incluir también el cofradiero, que alcanzo la
importancia que se desprendían de sus dimensiones, ( uno de los mayores de
Europa), el de su emplazamiento, centro del centro, punto de encuentros,
enclave de comunicaciones para los ciudadanos de extramuros, y ombligo del
mundo, ese, nada menos que quedará,( si Dios no lo evita), como consecuencia de
ese invento, al que llaman rompedor, epatante, champiñones e incluso ficus
metálicos ( y premiaron como metropol
parasol), si bien lo de la estación del metro, de momento, tendrá que
esperar, pues a ese, que parece que al fin le metieron mano, no será tal cosa,
pues le dejaran convertido en un exponente ridículo, un mercadito de reducidas
dimensiones, condenado de antemano, (al perder su identidad de plaza de
abastos), y que por la falta de una estructura, competitiva y organizativa
junto a otros factores, acabará mas temprano que tarde, siendo multicentro de
alguna cadena que surja tras su posible desaparición.
A pesar de todo, todavía hay quien cree que esto puede ser
evitado, y para ello no dudan en reclamar la atención de hasta el más indolente
de los ciudadanos, para recuperar esa Encarnación con su mercado tradicional,
moderno, funcional, amable, rodeado de árboles que perfumen y sombreen un
amplio acerado, y para que luzca en la sencillez y en las proporciones, no
exentas de arte, del buen gusto, y avances tecnológicos, para que sea un
edificio capaz de enamorar a propios y extraños, aunque solo fuera por el
placer de admirar, como esta ciudad, que es capaz de recuperar lo mejor de su
pasado, pone con sencillez ese escaparate publico, que ni tiene que ser, ni
epatante, ni de cine, ni emblemático, bastaría con que fuera un punto de
encuentros, como toda la vida, entre comerciantes y clientes.
Francisco Rodríguez Estévez
Sevilla,30-11-05
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