martes, 2 de septiembre de 2014



Día dos
Llegada la concurrencia una vez acabadas las merecidas vacaciones, por más que apenas generaron hacer el esperado Agosto, también vuelve la normalidad en la desértica calle de un laberinto que mucho esfuerzo llevará, aun disponiendo puertas a diestras y siniestras.
Por suerte algo ha traído esta vuelta a la rutina, cuando a primera hora llegó la visita de alguien interesado en la propuesta que me hago para hacer posible una jubilación digna. No le veo en la confianza de mi manera de ver esta operación, que no le descubro todo el enigma, acaso por aquello de que siendo algo tan sencillo, cuesta. Pero cada uno dispone de su hambre.
No habían pasado dos minutos y otro candidato aparece en escena. Este aparte de cobrar la factura pendiente, parte con ventaja puesto que ya es proveedor, y conoce todo sobradamente, mas puede que me exprese su total acuerdo al ser cliente, pero conforta saber que la intención es algo pero que muy interesante. Pero cada uno dispone de su dinero.
Día segundo y por segundo día la familia que vino de Venezuela, vía Ámsterdam, donde su hijo un  joven ingeniero aeronáutico reside por su trabajo, para comprar una delicia de bellota, que recordaran por muchos años, pues su calidad sin parangón llevará muchos años encontrar alguna pieza con el sabor de la ambrosia. Pero como disponía de su dinero hicieron una mejor compra, llevándose la pieza al completo para que el vuelo de los aromas realice acrobacias y tirabuzones en el salón de la “keuken kamer” floten  mientras dure.
El segundo día, que trajo dos interesados por mi jubilación, también me trajo un segundo cliente digno de mencionar, y no solo porque su compra prácticamente me salvara el día, más porque resulto ser la persona que descubrió por su tenacidad como se llevaron el oro de España los nazis, a cambio del wolframio. Pueden imaginar que lo de la puerta es pura tontería, y es que siempre existe alguien dispuesto a llevarse algo, y malo será que la puerta tenga poco.
Mi cliente tiene la historia escrita y publicada, algún día editare mi Encarnación y lo que se perdió, incluida la puerta.  Pueden leer la referencia en “Canfranc, el oro y los nazis” o en  “heraldo.es / canfranc”.
Dice que le ha traído el baloncesto a la ciudad, aparte de que teniendo tres hijos que practica este deporte lo más fácil era, disponiendo de su dinero, por nada pasar hambre teniendo un jamón que hará deleitarse a toda la familia, y que su hijo menor un chiquillo fortachón de nombre Andrés, que le acompañaba, dio rápida cuenta de un bocadillito mientras esperaba.
Lo mismo vuelve, o cuando menos algún día me recuerda en algún artículo que sin duda enmarcaré para mi propia vanidad de quijote de lo gratuito, galardón que me otorgaron junto a un pergamino de reconocimiento.
Al igual que aquel otro cliente, Antonio Cabrera Cruz, escritor, que vino de Canarias y con el que una sola conversación fue suficiente para intuir su valía y reconocimiento, que se hizo mutuo y al que  a veces le envío lo que escribo, hoy se alegrará de este recuerdo,  aun temiendo que por mi estilo “papuchi” (raro, raro), le resulte complicada la intencionalidad de lo que en torpes palabras trato de describir, aun teniendo algún que otro seguidor, capaz de leerme.
No puedo terminar esta del segundo día de Septiembre donde, no tuve gran venta, para agradecer a los lectores su atención y comunicarles que tampoco hoy me dieron café.
Sevilla a 2 de Septiembre de 2014

Francisco Rodriguez Estevez

No hay comentarios: