Día dos
Llegada la concurrencia
una vez acabadas las merecidas vacaciones, por más que apenas generaron hacer
el esperado Agosto, también vuelve la normalidad en la desértica calle de un
laberinto que mucho esfuerzo llevará, aun disponiendo puertas a diestras y
siniestras.
Por suerte
algo ha traído esta vuelta a la rutina, cuando a primera hora llegó la visita
de alguien interesado en la propuesta que me hago para hacer posible una jubilación
digna. No le veo en la confianza de mi manera de ver esta operación, que no le
descubro todo el enigma, acaso por aquello de que siendo algo tan sencillo, cuesta.
Pero cada uno dispone de su hambre.
No habían pasado
dos minutos y otro candidato aparece en escena. Este aparte de cobrar la
factura pendiente, parte con ventaja puesto que ya es proveedor, y conoce todo
sobradamente, mas puede que me exprese su total acuerdo al ser cliente, pero
conforta saber que la intención es algo pero que muy interesante. Pero cada uno
dispone de su dinero.
Día segundo y
por segundo día la familia que vino de Venezuela, vía Ámsterdam, donde su hijo
un joven ingeniero aeronáutico reside
por su trabajo, para comprar una delicia de bellota, que recordaran por muchos
años, pues su calidad sin parangón llevará muchos años encontrar alguna pieza con
el sabor de la ambrosia. Pero como disponía de su dinero hicieron una mejor
compra, llevándose la pieza al completo para que el vuelo de los aromas realice
acrobacias y tirabuzones en el salón de la “keuken kamer” floten mientras dure.
El segundo día,
que trajo dos interesados por mi jubilación, también me trajo un segundo
cliente digno de mencionar, y no solo porque su compra prácticamente me salvara
el día, más porque resulto ser la persona que descubrió por su tenacidad como
se llevaron el oro de España los nazis, a cambio del wolframio. Pueden imaginar
que lo de la puerta es pura tontería, y es que siempre existe alguien dispuesto
a llevarse algo, y malo será que la puerta tenga poco.
Mi cliente
tiene la historia escrita y publicada, algún día editare mi Encarnación y lo
que se perdió, incluida la puerta. Pueden leer la referencia en “Canfranc, el oro
y los nazis” o en “heraldo.es / canfranc”.
Dice que le
ha traído el baloncesto a la ciudad, aparte de que teniendo tres hijos que practica
este deporte lo más fácil era, disponiendo de su dinero, por nada pasar hambre
teniendo un jamón que hará deleitarse a toda la familia, y que su hijo menor un
chiquillo fortachón de nombre Andrés, que le acompañaba, dio rápida cuenta de
un bocadillito mientras esperaba.
Lo mismo
vuelve, o cuando menos algún día me recuerda en algún artículo que sin duda
enmarcaré para mi propia vanidad de quijote de lo gratuito, galardón que me
otorgaron junto a un pergamino de reconocimiento.
Al igual que
aquel otro cliente, Antonio Cabrera Cruz, escritor, que vino de Canarias y con
el que una sola conversación fue suficiente para intuir su valía y reconocimiento,
que se hizo mutuo y al que a veces le envío
lo que escribo, hoy se alegrará de este recuerdo, aun temiendo que por mi estilo “papuchi” (raro,
raro), le resulte complicada la intencionalidad de lo que en torpes palabras
trato de describir, aun teniendo algún que otro seguidor, capaz de leerme.
No puedo
terminar esta del segundo día de Septiembre donde, no tuve gran venta, para agradecer
a los lectores su atención y comunicarles que tampoco hoy me dieron café.
Sevilla a 2
de Septiembre de 2014
Francisco
Rodriguez Estevez
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