Oler a olor
Cuando le conocí, ya apuntaba maneras, era brillante en su
inicio de lo público. Cuando hice amistad, ya había fracasado en una inicial empresa política,
de las de rupturas.
Tenia una coletilla en su expresiones, y discursos, tal que hubiera
desarrollado las pituitarias a la misma vez que el conocimiento en las
reglas de este juego, así que cuando decía
que le daba en la nariz una cosa,
evidentemente aquello tenia una rotundidez que ríanse de las predicciones de Rappel.
Poco después, cuando se encontraba ejerciendo su profesión, en
plena travesía del desierto político que le eximiera, decidí contratarle como
un buen valor para la empresa cooperativa, pues además de la experiencia en el ámbito,
sus objetivos eran predecibles para un próximo futuro.
Tal como sucedió, y al poco tiempo formaba de nuevo en la
elite de lo público, donde llegaría a
alcanzar altas cotas de responsabilidad y triunfos.
El caso es que cuando esto de la provisionalidad ya tenía su
olorcillo a cadáver, acertó un día a preguntarme acerca de cómo me olía aquello.
Aquello era lo de la Encarnación, la nueva Encarnación para los placeros, que
presumible estaba guardado en uno de los cajones de urbanismo municipal, cuando
se lo arrebataron a Consumo, y sus ideas de puente, antes una inminentes
elecciones, que lo mismo encontraban la llave y lo sacaban a relucir como baza
electoral.
Las cosas de los cuatro
años, que fueron ocho, antes de llegaran los doce, para que se alcanzaran los
veinte, y la modernidad.
Con esta, una vez que por aquella fecha, no me encontraba
cerca de la cacosmia, mi opinión odorífica a la pregunta formulada, se limitaba
al tufillo que desprendía, como los túnel del metro, la humedad en los bajos
fondos, si como podía ser, aparecía la “Colonia”, se jodia lo del metro, y el temor a la tumba
del hipogeo andalucista, una vez fallido el intento de jade y mármol en la de
los ficus, que ya aplaudían los damnificados representantes, pensando en la
huida.
Nunca pues dejó de oler, ya que desde el abandono del solar,
aquello desprendía un rastro mayor de metedura de pata que, como “hakari” colgado ya avisaba lo que desprendía.
Cierto es que a mi interlocutor, desde las alturas, le podía
traer al pairo lo de la Encarnación, pero en aquel momento, me pareció todo un
detalle su interés, en principio, ya que el tiempo se ha encargado de poner en
su justa medida, cuando pensaba que fuera acaso por amistad, y mi reiterada petición solicitándole una intervención
política, a la que los placeros aleccionados, y exento de pago, se negaban a
recibir.
En este caso lo de la nariz, y su eficacia en detectar las partículas
en suspensión, solo era una manera de preguntar, pues si esto ya parecía
semejarse al “durian”, ha sido el tiempo el que ha identificado el autentico
olor que detecta lo de la Encarnación, algo muy similar al de “kiviaq” pues el
que despide las fauces del bicho a la entrada, por cierto incumpliendo otras
normativas del propio PGOU, viene a ser una mezcla de Dinamarca y “garum”, y en
el antiquarium, ni les cuento.
Posiblemente le vuelva a escribir una nota, pues lo mismo ya
sabe a lo que huele lo de la Encarnación, y desde donde aun se mantiene en el reconocimiento
de su valor en lo publico, le viene en gana y hace las indicaciones para que
esto de la Encarnación, plaza municipal de abastos, sea en su eficacia aspiraciones pues no puede darle a nadie
en la nariz, que algo tan caro como estas setas, tenga el recuerdo del “Funazushi”,
que a estas alturas, se hace intragable.
No se. Lo mismo, esta vez me da la de “arena”, y a este le
da en la nariz, como antaño, y hace las
indicaciones pertinentes para que cualquier día de estos, en lugar de que venga
uno de hacienda asustando, aparezca el
aparejador tomando medidas de la puerta automática. Huele bien.
Sevilla a 7 de Agosto de 2014-
Francisco Rodríguez Estévez
No hay comentarios:
Publicar un comentario