jueves, 3 de julio de 2014


Salir o no salir

 El bidonville del que tanto costó salir, pues, fue mas que armario, un arrinconado lugar, donde, después de tantos años permaneciendo  sin hacerse notar en el habitáculo de sus jaulas, donde se estuvo al punto de perder hasta la propia identidad dentro de aquello, que, no en balde, se  había convertido en  un verdadero “haberdachery”, desde donde se podía intuir, por los sujetos deseos que afloraban, que una vez afuera, salir, o no salir, definiría  los perfiles individuales, malévolos o benévolos, según cada  cual, haciendo desaparecer todo origen y procedencia. Volver al pasado. Volver a empezar.

Los placeros después de tanto tiempo de la salida, y entrada, nueva entrada (como enclesbo del titulo), aun no advierten, empeñados en mantener la nueva identidad escuchando los epitalamios, que, al igual que Safo, será difícil evitar la caída desde lo alto, ya sea de la Leucada, que por cierto el batacazo es para escoñarse, por mas que al Carajo, también  hijo de Scamandromiynus, le importara a aquel un ídem lo que hiciera, pues sabe, como “Erigio”, que subir siempre es un riesgo cuando se hace en lo desconocido. Erigir, elegir. Carne, o pescado.

En el bindoville, gozando de la maternal ayuda de la rosa, y acariciado por el capullo, todo era silencio. Bajo las chapas se tenían controlados los más mínimos detalles, e incluso el gasto, con la excepción de lo que se llevaban aquellos que tenían que velar tanto por dentro, como por fuera, para que no faltara de na, al menos hasta salir de najas, que era lo evidente, y tan escondidos estaban estos en los roperos de lo inactivo, cual falso socio, que pasaron veintidós años desapercibido, y  es que no hay nada como no mirar, para no ver. Ya ven, se fueron como si nada.

En lo desconocido todo se va conociendo, y tal como el silencio provisional de la tutela bajo el asbesto, se ha producido este también en el fenólico, acaso sea el sonido de la crisis, con la extraña semejanza de lo cierto, salir para entrar, fuese y  no fue nada. ¿Vanguardia, o modernidad?

El laberinto se encarga de poner a cada cual en su sitio, la negra testuz rizada del morlaco marca la entrada de “Cristalitos”, verraco sobrado,“ensabanao”, “playero”,  y “bragado”, devuelto a corrales.

La oscura pared de la calle vacía, indica donde se depositan las basuras, primera puerta, y el burladero de las deposiciones, la segunda.
En el tholos la curva se hace tapón de cola, obstruyendo el paso a la desértica calle, donde el Sol refleja los solomillos por las azoteas.

La curva Sur, desaparecida en combate ¡cuánto silencio!, y en la puerta de los retretes, con salida al exterior, los bolardos del aislamiento, hacen que la serpiente succionadora de lo que el bicho guarda en las entrañas, se quede en donde no existe puerta. Salir o no salir.

Antes de lanzarse Safo al vacío, había vaticinado su previsible final, pues a pesar de su amplia experiencia en el arte del intercambio, ya fuera carne, o pescado, o huevos, o almejas, o conejo, o pepino, o morcilla, nabo, o berenjena, como de toda la vida, vender o no vender, pero no estuvo preparada para que Faon se le resistiera para hacer el negocio de su vida, por lo que no pudo ser la operación soñada, más que causa de su propio suicidio.

No es fácil encontrar la entrada de una puerta inexistente, pero esta no deja de ser una enseñanza de silencios, y quien sabe si de final. A Carajo, seguro que no le importaría como acabe esto, pero digo que lo mismo hay alguien, que no sea hijo de Scamandronymus, y todo termina felizmente. Tandem laetus.  

Sevilla a 3 de Julio de 2014

Francisco Rodríguez Estévez

 

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