viernes, 11 de abril de 2014


Por higiene

Mi distinguido e ilustre visitante, ahora es profesor. Cierto es que durante algún tiempo fue Ilustrísimo Señor, pero como todo en la vida tiene su tiempo, decidió que donde mas le gustaba invertir el suyo era en impartir clase en la Universidad, enseñando a edificar, fuera aparte de disfrutar con la familia, los amigos y el deporte, practicando las medias distancias en carreras no competitivas, manteniendo un físico exento de grasa.
Cosa que con tanto lustre, estaba perdiendo, cuando menos un tiempo precioso vista la experiencia.

El caso es que acertó a pasar por lo de la Encarnación,  y tuvo el detalle de entrar a saludarme. Por suerte también tuvo la delicadeza de no preguntarme por lo de la puerta, algo mas que sabido, pero era algo tan claro, que incluso al ser la primera vez que visitaba el laberinto, aquello no le era desconocido,  acaso por su profesión, pero a nada entrar ya advertía las deficiencias a primera vista que todo hijo de vecino puede observar.
Era pues evidente que faltaba la puerta, justo donde sus acompañantes pensaron, como todo el mundo, que debería de encontrarse.

El sabe que las responsabilidades están al tanto de esto, las dos, las ilustrísimas y las otras, que en lo de la Encarnación, Jano bifronte, es el lugar donde lo serio siempre se hace guasa, y la broma, seguro que en este caso debe de ser comida que la cosa está mu mala, por lo que no  queda otra que esperar que algún día ambas lleguen al razonamiento de esta deficiencia, que junto con otras muchas, se aprecian en una plaza de abastos municipal, icono emblemático, que se salta a la torera la mismísima Ley de Accesibilidad, y lo que haga falta.

Sabiendo del disparate que se aprecia en este espacio, centrándonos solo en la plaza de abastos, y siendo  profesor universitario en esta disciplina académica, pues como que no quería, aun sabiendo lo que hay,  hacer ningún comentario al respecto, pero de verdad , es que viendo aquello in situ, que otra cosa son las teselas de la colonia hispalense,  y comprobando la pésima disposición del deforme espacio tipo ameba, donde en lugar de encontrar la diafanidad que se recomienda en los lugares  comerciales, pero a este le dejaron hasta treinta y seis enormes columnas revestidas de formica, convertidas en treinta y seis serios obstáculos, cuando seguro que con mejor diseño, podían haber sido fácilmente evitados.
Comentamos brevemente la penosa actuación, de entrada, que con el silencio mantienen las dos responsabilidades, y de salida como una puerta la callada actitud, lo cual nos viene a indicar el nivel, por cuanto es lo de la puerta algo tan sencillo como llamar por teléfono a una empresa de puertas de aluminio automáticas, y no ya solo por cumplir la Ley que hasta el momento se desobedece, más por higiene.

Resulta ser que es en las asas de los carritos de plásticos de los híper, donde se pueden contar el mayor número de agentes contaminantes, pues son muchas las manos de distintas personas los que lo tocan, pudiendo ser transmisoras de enfermedades.
Por higiene, las puertas de estos establecimientos son automáticas, por higiene las de la Encarnación, las aleatorias puertas de lo de la Encarnación deberían de cambiarse, aunque solo fuera por higiene, pero seguro que, y es verdad que nunca pasa nada, hasta que pasa,  por lo que resulta probable que dirán que esta disposición no aparece en la ordenanza, nueva ordenanza, pero el caso es que ni siquiera miraron el antiguo reglamento de mercado que estaba en vigor, cuando le metieron mano, no sin cierta suciedad, pues como si no, se podrían encontrar tantas deficiencias.

Acaba la visita de saludo, se marcha, le despido dándole la mano excepcionalmente, pues por mi trabajo este gesto tiene que evitarse, no cabe este contacto manual, y por cortesía abriendo la pesada puerta para que salga, algo que no puede realizar una persona de movilidad reducida, ni muchas personas mayores con facilidad, menos llevando a menores en carritos.

Ni que decir tiene que siempre que cojo una cestas del súper las envuelvo en el plástico de una bolsa desechable, y cuando toco alguna puerta, en estas de las de la Encarnación, ya sea de entrada y salida, las de los escondidos aseos, o las del cuarto de las basuras, que son dos como las responsabilidades, pues, siempre, pero siempre, siempre, por higiene, por antigua buena costumbre, me lavo las manos, justo en el ojo de detergente con lejía donde se desinfectan los paños de la limpieza, y luego las enjuago con agua fresca.

Sevilla a 11 de abril de 2014
Francisco Rodríguez Estévez

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